África es el futuro, los misioneros son el presente

Hace unos días estuve con mis compañeros y amigos de Familia y Dignidad Humana escuchando a monseñor Juan José Aguirre narrar su experiencia de misionero tras treinta y ocho años en aquel país. Pensé en escribir algo sobre ello porque se suma a la labor de miles de misioneros que dan su vida por los demás, pero estoy seguro que no lo voy a resumir mejor que lo ha hecho mi buen amigo José Eugenio Azpiroz. Por ello comparto su artículo.

Jose Eugenio Azpiroz, Ex Diputado y socio de “Familia y Dignidad Humana”

Como dice el obispo Aguirre, en África cuando dos o más elefantes pelean quien pierde es la hierba que está bajo ellos; es decir, el pueblo liso y llano ajeno a los debates y conflictos de los grandes del mundo.

Este fin de semana se celebra el Congreso sobre cristianos perseguidos por el mundo #WeAreN2018 y este jueves he tenido el honor y la oportunidad de escuchar en el Senado, convocados por Familia y Dignidad Humana, al obispo de Bangassou (Centroáfrica) monseñor Juan José Aguirre narrar su experiencia de misionero tras treinta y ocho años en aquel país. Es obispo, es uno de los más de doce mil misioneros españoles, es un hombre de Cristo viviendo y amando a los más pobres y perseguidos, liderando a sus sacerdotes ante la muerte, la violencia y la adversidad.

He tenido la fortuna de felicitarle por su magnífica intervención, más aún por su coherencia vital, su trabajo y su quehacer en aquellas duras tierras junto a sus sacerdotes. Nos ha narrado las causas de las guerras y la violencia de los mercenarios, muchos de ellos árabes financiados por Arabia Saudí y otros países del Golfo, -con la ausencia real de una participación activa y preventiva de los cascos azules- que desde hace poco más de cinco años padecen allí.

Nos ha contado -al igual que se producirán otros importantísimos testimonios a lo largo de este fin de semana- como en marzo de 2017 se producían entre los grupos de violencia y poder como los islamistas radicales llamados seleka, ya presentes desde 2013, y, los supuestamente destinados a combatirlos y liberarlos, los antibolakos quienes finalmente han resultado tanto o más despiadados y depredadores que los primeros. Algo más de treinta años sin violencia, pero los cinco últimos en práctica guerra, en plena acción yihadista.

Monseñor no ha silenciado ni la procedencia ni la financiación ni la finalidad de estos grupos de muerte y terror. La cuestión, en uno de los países más pobres del mundo como es Centroáfrica, son los intereses globales de los grandes países del mundo: los franceses dejaron de modo precipitado -tras sufrir grandes tensiones y presiones- el país en 2016. China explota sus minas de oro. Rusia, desde este 2018, ha desembarcado a través de la formación de las fuerzas armadas a cambio de explotaciones de minas de diamantes en las que también pujan Estados Unidos e Israel a través de apoyo militar. La guerra interesa a muchos que persiguen el control de materias primas como el cobalto, el oro, los diamantes o el coltán elemento necesario en la fabricación tanto de misiles como de drones.

Como dice el obispo Aguirre, en África cuando dos o más elefantes pelean quien pierde es la hierba que está bajo ellos; es decir, el pueblo liso y llano ajeno a los debates y conflictos de los grandes del mundo.

En este contexto emociona e inspira la narración de lo ocurrido el pasado año en Bangassou cuando unos 2.500 musulmanes, la mayoría mujeres y niños, quedaron encerrados en la mezquita huyendo de los asesinos francotiradores de ATBK. Enterado el obispo de los disparos y asesinatos de los francotiradores reunió a sus colaboradores y sotana blanca en ristre se pusieron delante de la mezquita con los brazos alzados rogando no dispararan que detrás suyo estaban víctimas inocentes.

Tras tres días, cesó el acoso. Más de treinta muertos, incluidos los dos imanes, debieron ser enterrados; era el resultado de la atrocidad. Hoy continúan más de mil de ellos, año y medio después, acogidos en el seminario menor que desde el principio les acogió. Esta labor, junto a un orfanato de más de mil niños, la decidida lucha contra el sida, la creación de colegios y la disposición de pisos de acogida a mayores demenciados son sólo algunas de las muchas cosas que los hombres de Dios realizan diariamente en aquellas tierras.

África es el futuro, hoy una realidad de más de 1.200 millones de personas con la previsión de ser 2.500 millones en torno al año 2050. Algunas de sus naciones están en proceso de rejuvenecimiento lo cual se explica cuando la realidad es de un 40% de la población menor de edad. África es sin duda el futuro; por su capacidad de progresar, por su gran y joven población, por sus recursos propios hoy expoliados, pero también por su gran grado de espiritualidad y por no tener nada que perder en este reto del futuro. De hecho, contra las convenciones generales, los importantes flujos de población desplazada son fundamentalmente intracontinentales. Monseñor citó en el entorno de su actuación a más de un millón y medio de desplazados de Sudán del Sur a Uganda y casi un millón cien mil de centroafricanos a los países de su entorno, los pobres de los pobres no vienen a Europa.

Según monseñor Aguirre tres claves, fundamentales dos, abren la puerta a un futuro de África: primero, erradicar la corrupción ya que países como Centroáfrica no es que reciban ayudas a la cooperación condicionadas, simplemente no llegan a sus destinatarios. Segundo, es imprescindible el control sanitario de las enfermedades más mortíferas y crónicas, el sida, la malaria, la tuberculosis o las diarreas infantiles a lo que, en tercer término, situó la cuestión demográfica como una contra-cuestión a la situación de occidente.

África tiene futuro. Lo tiene gracias al presente de sacerdotes, misioneros y religiosas, que en el anverso de la moneda enseñan a Jesucristo y en el reverso trabajan por el progreso, la protección social y la igualdad; los hospitales, colegios, asilos, pozos, provisión de comidas y medicamentos, ilusión, esperanza, futuro, dar la mano al prójimo pobre o enfermo, exaltar la dignidad humana como hijos de Dios.

Hoy, con razón, estamos padeciendo los crímenes intolerables de algunos desalmados sacerdotes, autentico baldón y dolor para todos nosotros. Ante ello se alzan estos héroes de Dios que con su trabajo y sacrificio dan testimonio de Dios y esperanza, autentico balón de oxigeno espiritual para nosotros, para todos.

Simplemente, gracias.

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